21/6/10

charco semántico



Podría dedicarte las palabras más hermosas
(
que me sacaran por un rato de este charco semántico.)
Podría regalarte lo que no hacen mil acciones
Podría olvidar todo lo que no nos sirva
Podría ofrecerte la oferta de ignorarme y sonreír
Podría callarme y no quedarme con ganas de decir algo




Pero no puedo...



No puedo porque no se quien sos

...o simplemente porque no se porque no estas acá.



BAS

6/6/10

Crítica a René

¿Cuál es el problema entonces del método cartesiano? ¿Que critica se le puede hacer a este sistema que tan bien parece funcionar? Partamos de un principio, Descartes es en esencia y ante todo un metafísico, a pesar de que es considerado un racionalista, o sea que supradita todo conocimiento a un ordenamiento racional y matemático de la realidad, haciéndola funcionar casi como un reloj.Nunca puede desprenderse del concepto de ideas innatas que configuran desde un principio el funcionamiento automático de su cosmos. Bajo los paradigmas en los cuales Descartes desarrolla su pensamiento, está muy claro que el en ningún momento consideró como un problema este factor. En ninguna de sus obras, ni en su pensamiento mismo encontramos jamás una alusión implícita a la no existencia de Dios, aunque por momentos parezca que su teoría se resiste a todo tipo de concepción metafísica y a veces que sin el factor de ideas innatas, esta podría enriquecerse mucho más. Por el contrario, Descartes, busca incluir a Dios en una concepción racional (bajo un paradigma de filosofía escolástica esto no parece muy original) ¿Por que entonces se intuye una contradicción subyacente? A veces parece como si el autor no pudiera despegarse de ciertas convenciones para no caer en la censura o en la herejía. Las ideas innatas, en rasgos generales, suponen varios conceptos compartidos por pensamientos puramente idealistas o también por sistemas de creencia religiosos. Una idea o concepto que antecede al nacimiento supone o bien la inmortalidad del alma o bien la imposición de tales conceptos por un ser superior, es decir una preexistencia a la existencia. Ahora bien el conocimiento no puede ser captado ni por los sentidos, ni por el alma; sólo a través de una inspección del espíritu se puede tener un conocimiento verdadero acerca de algo. Una concepción racionalista en donde el árbitro es la abstracción más absoluta y el funcionamiento de lo real está dado por variables inquebrantables cuya objetividad es su más absoluta garantía de verdad, ¿sólo puede ser aprehendido por la subjetividad del individuo pensante que posee una fuerza inexplicable llamada espíritu? A partir de esta pregunta se vislumbra el mayor problema que traerá el pensamiento cartesiano.

La modernidad, como planteé anteriormente, esta caracterizada por la exacerbación del concepto de individualidad y se sostiene en sus bases psicológicas y sociales. El “renacido” interés del humanismo y los valores helénicos, trastocados por trece siglos de hegemonía cristiana sumado a la creciente noción de la salvación personal, instaurada por el protestantismo, más la competencia desmedida que promueve el sistema de libre comercio, que termina por instrumentalizar las relaciones humanas, no serian prácticamente nada sin la afirmación cartesiana del cogito. La concepción de que somos sustancias pensantes que conformamos nuestra existencia en cuanto pensamos sólo nos hace dar cuenta de nuestro propio existir olvidando así, o dejando inconclusa, la posibilidad de asegurar que pueda existir otro ser que no seamos nosotros. Esta idea en la cual sólo podemos asegurar la propia existencia es definida con el concepto de “solipsismo”. Esta observación al pensamiento cartesiano fue desarrollada en los siglos posteriores por varios pensadores conformando teorías más o menos críticas acerca de este problema. Desde mi apreciación personal, si bien Descartes le “devolvió la filosofía al hombre” creo que nunca pudo despegarse sustancialmente de la tradición que lo antecedía y no pudo prever (aunque dudo también que la previsión sea una cualidad humana) las consecuencias y herramientas que estaba suministrando a un nuevo sistema hegemónico que pecaba de ser el más cruel y despiadado modo de organización conocido hasta entonces. Pero sin embargo, ningún pensamiento puede ser juzgado por sus consecuencias ni puede ser encasillado dentro de apreciaciones morales, creo que eso sería en cierta manera violentar a la tesis misma y podría terminar convirtiéndose en una interpretación indeseablemente anacrónica. Trato de ver quizás a René Descartes como lo que invariablemente fue y que nunca pudo haber evitado: un ser humano, un ser social y cultural que vivió una existencia casi efímera como todo ser que haya pisado esta tierra. Su pensamiento visto como una creación individual y humana quizás no es tan generoso y complaciente con nadie más que con el mismo, parece a veces un pensamiento frío y desinteresado casi con atisbos de egoísmo y quizás solo destinado a fortalecer caprichos personales. Si he de juzgarlo, sólo lo haré desde el lado humano y tratando de tener en cuenta el contexto en el que vivió pues creo que si lo que nos define como humanos es la capacidad de crear, Descartes podría haber intentado crear algo que contemplara valores un poco más sinceros con su entorno y que, a su vez, pudieran haberlo unificado un poco más en vez de separar a los individuos en entes aislados.


BAS

1/6/10

Ascenso y ocaso del individuo

La individualidad supone el sacrificio voluntario de
la satisfacción inmediata en aras de la seguridad, de la
preservación material y espiritual de la propia existencia


El modelo del individuo en ascenso es el héroe griego.
Valeroso y confiado en sí mismo, triunfa en la lucha por la supervivencia
y se emancipa así tanto de la tradición como de su tribu.


El habitante de la ciudad es el individuo
por excelencia.



El individualismo es la esencia misma de la teoría y
la praxis del liberalismo burgués que ve el progreso de
la sociedad en el efecto recíproco automático de los intereses
divergentes en un mercado libre. El individuo
sólo puede conservarse como ente social en tanto persigue
sus intereses a largo plazo a costa de los placeres
inmediatos y efímeros.




Max Horkheimer, Critica de la razón instrumental